El hallazgo de fármacos que permitan mejorar el tratamiento de la enfermedad COVID-19 es una de las máximas prioridades actuales de la comunidad científica, ya que la búsqueda y hallazgo de una vacuna podría prolongarse al menos un año. Sin cura conocida aún para la enfermedad y sin un tratamiento específico que haya demostrado eficacia, hay diversas estrategias terapéuticas sobre la mesa y numerosos ensayos clínicos para explorar posibles soluciones.
Las diferentes opciones farmacológicas que se están manejando tienen en cuenta que el desarrollo de la enfermedad puede dividirse en tres fases: una primera en la que el virus infecta la boca, la faringe y las fosas nasales; una segunda en la que afecta a los pulmones, y una tercera en la que la afectación pulmonar es tan grave que el paciente necesita soporte respiratorio. Las dos primeras fases se están tratando con diferentes fármacos antivirales que tratan de frenar la expansión del virus, mientras que en la tercera se trata de combatir con otro tipo de fármacos ante una respuesta ‘exagerada’ del sistema inmunitario del paciente, caracterizada por un proceso que se conoce como ‘tormenta de citoquinas’.
Los objetivos terapéuticos se mueven entre el corto y el medio-largo plazo. Entre las estrategias a corto plazo se encuentra la denominada como reposicionamiento, es decir, el uso contra el SARS-CoV-2 de fármacos que ya están aprobados para tratar otras enfermedades. Otra de las estrategias consiste en investigar en ensayos clínicos moléculas que ya están siendo estudiadas, pero que aún no han sido aprobadas al no haber acabado su fase de investigación. Más a largo plazo, se está intentando localizar nuevos fármacos, algo para lo que es necesario conocer mejor la biología del virus y las dianas celulares contra las que dirigir los medicamentos.
Entre los fármacos con lo que ya se está tratando a los pacientes porque se consideran seguros -aunque pueden no estar desprovistos de posibles efectos secundarios que siempre hay que vigilar-, están los siguientes:
- lopinavir y ritonavir, utilizados contra el VIH/sida.
- cloriquina y la hidroxicloroquina, utilizados contra la malaria y algunas enfermedades autoinmunes como el lupus. Este tratamiento para enfermos de COVID-19 ha sido puesto en entredicho por diversos estudios. Se han encontrado indicios de que podría no beneficiar a los pacientes, sino incluso producir problemas cardiacos.
- Interferones beta1b y alfa 2b, que modulan la respuesta del sistema inmunitario y que se utilizan tratar patologías como la esclerosis o la hepatitis.
- Anticuerpos monoclonales como tozilizumab y sarilumab, empleados para tratar la artritis reumatoide.
- Inhibidor de la ARN polimerasa remdesivir, utilizado contra el Ébola.
Todos ellos se están empleando en solitario o con diferentes combinaciones y, de forma paralela, también se están estudiando en ensayos clínicos para conocer mejor su posible eficacia contra el SARS-CoV-2.
Otras posibles soluciones terapéuticas aún no se emplean en pacientes y únicamente se están analizando en ensayos clínicos. Entre estas están, por ejemplo, los anticuerpos monoclonales eculizumab, camrelizumab y leronlimab; el inhibidor de la proteasa danoprevir, y el antiviral favipiravir, entre otros.
La comunidad científica trata de lograr con todas estas vías la suficiente evidencia para incluir las opciones más eficaces en guías y protocolos que establezcan los mejores tratamientos contra la COVID-19.
Consulta el informe científico sobre "NECESIDAD DE ENCONTRAR FÁRMACOS FRENTE A LA ENFERMEDAD COVID-19".